lunes, 28 de mayo de 2012

"Mírate bien", el autoconcepto en la adolescencia

El autoconcepto físico juega un papel decisivo en el bienestar personal y la prevención de trastornos y dificultades de conducta. De ahí la importancia de ayudar educativamente al desarrollo de adecuadas autopercepciones físicas.

Investigadores del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad del País Vasco han diseñado un programa denominado Mírate bien. Se trata de una herramienta para aprender a querer el cuerpo y rostro propio.


Este tipo de iniciativas ya se aplican de manera habitual en los centros educativos, pero en este caso, a los alumnos no se les exige que efectúen ninguna actividad física específica. Se trata de ejercitar la parte cognitiva.


A los alumnos que participan en el programa Mírate bien se les pide que reestructuren sus percepciones para tener una conciencia más realista sobre su imagen. Inge Axpe, una de las investigadoras que ha trabajado en el diseño del programa, ha dado detalles sobre la experiencia piloto llevada a cabo con él en un artículo publicado en la Revista de Psicodidáctica. http://www.ehu.es/ojs/index.php/psicodidactica/article/view/241/237

El estudio ha partido de los desórdenes alimenticios para explicar en qué consiste el corte cognitivo. "Por ejemplo, un joven con bulimia puede tener buen aspecto y hacer deporte, y sin embargo tiene un autoconcepto físico muy bajo. Los programas que habitualmente se aplican en los centros educativos fomentan la actividad física y una alimentación equilibrada, lo que no sirve de nada en este caso: decirle a este joven que tiene bulimia y que eso no es saludable es un acto baldío. Se trata de un problema interno, y para atajarlo de raíz, hay que centrarse en lo inadecuado del enfoque del joven, no en el desorden alimenticio en sí", asegura la experta. Sin embargo, los autores señalan que cambiar esta percepción no es sencilla porque los pensamientos están "muy incrustados".

Para ello, el programa está dividido en varias etapas como actividad física, hábitos saludables o influencias externas. El procedimiento de trabajo es similar en cada una de ellas. Para empezar, se trata de atraer el interés del alumno mediante la lectura de algunos textos, y se le lanzan unas preguntas para fomentar su reflexión. Posteriormente, en la etapa correspondiente a la actividad física, deben declarar si practican deporte, es decir, determinar su situación dentro de esta etapa. A continuación, el programa muestra un listado de comportamientos inadecuados que busca la concienciación del joven mediante ejemplos sencillos. Tal y como explica Axpe, un buen ejemplo de pensamiento inadecuado es la tendencia a generalizar los defectos. “Es el caso de alguien que piensa que su nariz es demasiado grande, y, al generalizarlo exageradamente, dice que es feo. Le ofrecemos alternativas: le decimos al joven que deberíamos tratar de cambiar eso, y que tal vez no esté contento con su nariz, pero que tiene unos ojos muy bonitos”.

En resumen, este programa pretende provocar una reestructuración cognitiva y facilitar modificaciones del autoconcepto. Una de las presunciones más importantes de la nueva concepción del autoconcepto es su tendencia a la estabilidad. Sin embargo ésta no exige entenderlo como inmutable sino, más bien, como resistente al cambio. Se asume, además, que no todas las dimensiones que lo conforman tienen el mismo grado de estabilidad, siendo ésta menor cuanto más baja sea su posición en la jerarquía (Webster y Sobieszet, 1974).

El autoconcepto general es más firme y estable; sin embargo, los dominios y en particular las dimensiones de cada dominio resultan más influidas por las experiencias concretas, más moldeables y flexibles, y más propensas a la modificabilidad. Esto abre perspectivas a la intervención educativa, reclamando incidir ante todo en los aspectos más específicos del autoconcepto.

Uno de los factores que modula la estabilidad del autoconcepto es la edad. A medida que ésta aumenta se acumulan experiencias congruentes entre sí que el sujeto, además, interpreta y retroalimenta en el mismo sentido, constituyendo de este modo una idea de sí cada vez más estable (González y Tourón, 1992). Por ello la intervención sobre el autoconcepto debiera realizarse en las primeras edades, ya que, al estar las creencias sobre uno mismo menos establecidas, el impacto sería mayor.

Por otra parte, la modificabilidad educativa del autoconcepto físico ha sido empíricamente demostrada a través de programas educativos centrados en el entrenamiento y la actividad física (Fox, 1988; Zulaika, 1999; Hausenblas y Fallon, 2006). Sin embargo resulta menor la investigación para la mejora de dicho constructo desde perspectivas no deportivas (Axpe, Goñi y Zulaika, 2008). 

Los estudios realizados en los últimos quince años han generado un importante corpus de conocimiento donde dicho constructo se perfila como una variable de gran importancia para el mantenimiento de la salud física y psicológica (Goñi, Rodríguez y Ruiz de Azúa, 2004), así como para la prevención de trastornos tales como la obesidad (Goñi y Rodríguez, 2004), los trastornos de la conducta alimentaria (Goñi y Rodríguez, 2004), la actividad deportiva (Goñi, Ruiz de Azúa y Rodríguez, 2004; Esnaola, 2005) o los hábitos de vida saludable (Esnaola, 2006).

La intervención educativa en orden a mejorar el autoconcepto físico tiene sentido a lo largo de todo el ciclo vital pero resulta especialmente recomendable, y hasta necesaria, durante los años de la adolescencia y primera juventud. En este periodo las autopercepciones físicas tienden a experimentar un descenso con el subsiguiente incremento del riesgo de padecer diversos trastornos psicológicos (Goñi, Ruiz de Azúa y Rodríguez, 2004). Sin embargo, inicialmente la mayoría del trabajo se sitúa en escuelas infantiles y de primaria (Neumark-Sztainer, Story, Hannan, Stat y Rex, 2003), siendo en esta última década cuando la prevención de los trastornos de alimentación y los programas de intervención temprana comienzan a ser más frecuentes en las universidades (Woodside y Garfinkel, 1992). No obstante dichos programas no han sido bien evaluados y sus resultados se muestran equívocos. Se precisa por tanto el diseño, aplicación y evaluación de nuevos programas de intervención educativa dirigidos al alumnado tanto de Secundaria como de Universidad que proporcionen pautas para la salvaguarda del autoconcepto físico y el mantenimiento de la salud física y psicológica. Hasta ahora las dos maneras más habituales de aplicar programas educativos han sido el cara a cara (en grupo o de manera individual, especialmente en el ámbito clínico) o los manuales de autoayuda.

En la actualidad el desarrollo de nuevas tecnologías induce a considerar la posibilidad de diseñar y aplicar programas de intervención multimedia que, por sus mayores posibilidades de interactividad y atractivo, puedan superar en eficacia a los tradicionales manuales de autoayuda. La tecnología multimedia puede utilizarse para mejorar aspectos como la animación y presentación de los gráficos, proporcionar un feedback inmediato y el seguimiento y apoyo de los participantes. (Winzelberg, Taylor, Sharpe, Eldredge, Dev y Constantinou, 1998). De los programas de prevención asistidos por ordenador, puede afirmarse que ofrecen índices muy adecuados relativos a su coste-eficacia para el tratamiento de una considerable variedad de trastornos psicológicos incluidas la depresión (Ghosh y Marks, 1987), las fobias simples (Selmi, Klein, Greist, y Sorrell, 1990), los trastornos Dos formatos (papel y on line) de un programa educativo para la mejora del autoconcepto físico de pánico (Newman, Kenardy, Herman, y Taylor, en prensa) y la bulimia (Bakke, Mitchell, Wonderlich y Erickson, 2001).


Por: Aránzazu Ibáñez

Fuente de información: 

Inge Axpe y Enrique Uralde.
Dos formatos (papel y on line) de un programa educativo para la mejora del autoconcepto físico).
Revista de Psicodidáctica. Volumen 13. Nº 2. Págs. 53-69

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